¡Gaticos!

Ya sabéis lo poco que me gustan los viajes. PUES ESTE FUE DE TRES HORAS. Ida y vuelta, además. Me parecieron lustros en ese monstruo ruidoso que llamáis coche.

Resulta que a los humanos en ocasiones, cuando tienen más de tres días libres seguidos o están en eso de las vacaciones, les entran unas ganas locas de meterse durante horas en esas latas móviles para ir a cualquier parte. Pues vale, pues muy bien, ¡¡¿¿pero por qué no nos dejáis en casa??!!

Qué manía tenéis los humanos con eso de viajar. Con lo bien que se está en casa.

La verdad es que no me enteré mucho del viaje, caí adormecida antes de salir de casa y cuando desperté reconocí ese particular olor del mar, de las partículas de arena en el aire. La sal y la humedad, ese ambiente característico de las zonas costeras. Lo reconozco porque ya he estado allí otras veces. 

Estar en la terraza de mi casa es recibir un mundo de sensaciones a través de mi pequeña nariz. Huelo a las gaviotas que sobrevuelan libres encima de las olas que rompen en la orilla. Las veo flotar entre las nubes, salpicadas por gotas del mar. Subiendo y bajando todo el día y planeando sobre qué coche depositarán sus restos orgánicos más vitales. 

Siento también la presencia de los peces, pequeños y grandes, nadando felices y huyendo de los anzuelos de los pescadores. No me gusta nada bañarme, pero envidio su facilidad para desplazarse en ese mar tan grande, sin desorientarse, sin miedo. Reconozco que también deseo nadar junto a ellos e intentar pescarlos. Ya sabéis, el instinto es así.

Confieso: disfruto de la playa tanto como este gatito.

Me llega el olor a crema, a carne tostándose al sol, a concentración de humanos, sus voces, griterío, felicidad a la orilla del mar. Sonidos en otros idiomas, carcajadas, humanos disfrutando de sus bebidas y comidas en el chiringuito de la playa, comprando en las tiendas o simplemente paseando. Despreocupados la mayor parte de ellos porque, según parece, este es un lugar de ocio y descanso. 

Los gatos no sabemos nada de las vacaciones, para nosotros es un concepto absurdo. Como dioses de la naturaleza, no necesitamos trabajar y todo nuestro tiempo es libre y nuestro. Pero parecéis felices vosotros, los humanos, en esos breves periodos de tiempo. Aunque ya sabéis que después tenéis que volver a trabajar para nosotros el resto del año.  

Asomarme a esta terraza es adentrarme en un mundo completamente distinto y, por eso, en cada viaje aprovecho para inspirar fuertemente esa vida e intentar reconocerlo todo y recordarlo para contárselo luego a los pájaros maños que vienen a verme en mi ventana. 

Esto es vida, amiguis.

Si no fuera gata y no viviera en Zaragoza, creo que el mar sería mi lugar en el mundo. Aunque tuviera que aprender a nadar y a bucear. Yo sería la gata marinera y en cada puerto viviría una aventura. 

Y a vosotros, ¿también os gusta tanto el mar? ¿Dónde vais de vacaciones? Contádmelo, revivamos juntos vuestros momentos felices de verano.

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