¿Cómo no me va a gustar comer y dormir si tengo nombre de oso amoroso? Llamándome Teddy lo normal es ser perezosón y adorable, no me lo podéis negar.
Llegué hace un año y unos tres meses a este hogar que ya he convertido en mi casa y a mi joven humana, Ana, en mi feliz sierva. En esta vida, la tercera de mis siete, nací en el Santuario de Misericordia de Borja, donde el famoso Ecce Homo. Quizás eso también ha ayudado a marcar mi carácter pachón.
Soy un gato poco común europeo, con manchas blancas y grises y unos ojos azules que te miro y te enamoras. Soy el Paul Newman de los gatos.
Mi vecino es un gato naranja de cinco años que se llama Toñín y con el que me llevo de maravilla, juntos emprenderemos la conquista de Borja y ya hemos planeado repintar el Ecce Homo y convertirlo en un homenaje a Grumpy Cat.
Dormir y comer, para mí la vida entera. Ojo, que también hago deporte. A mi manera, eso sí. Soy un gato acuático, tengo predilección por el agua y, de hecho, hasta he aprendido a abrir los grifos de mi casa para remojarme.
La ducha es casi mi mejor amiga, lo gozo cuando mi humana está dentro, me meto a curiosear y el agua me empapa. Si no lo habéis probado os lo recomiendo. Es súper relajante.
En mis ratos de ocio me gusta ver cine de autor, jugar con los cascos de escuchar música, con los paquetes de pañuelos y degustar yogur de fresa. Pequeños placeres de la vida que combino con mi mala leche cuando alguien intenta comer de mi plato.
Reconozco que vivo como quiero, porque también me dejan dormir apoyado en la almohada y me peinan para estar bien reluciente. Así traigo a gatos y gatitas enloquecidos. ¡Soy un partidazo!
En esta tercera vida he optado por pasar desapercibido. No se lo digáis a nadie, pero en la primera fui un gato artista e inspiración para mi humano Salva, a quien quizá conozcáis como Dalí. De contemplar la relajada vida felina y nuestro tradicional amor por curiosear en las ventanas surgieron algunas de sus obras más conocidas, como ‘La persistencia de la memoria’ y ‘Muchacha en la ventana’.
En mi segunda vida acaparé todas las miradas del mundo de la música gracias a la compañía de mi querido Freddie, un ser increíble al que adopté en mi mansión y que se pasaba todo el día cantando por ahí algo de un bohemio y rapsoda, del rock y los champiñones; no entendía mucho más porque el inglés nunca ha sido lo mío, pero sí comprobé que nadie lo podía parar.
Así que ahora he optado por el anonimato, al menos hasta que Toñín y yo procedamos con el repintado en el Santuario. Siguiendo el ejemplo de Salva, seguro que nos quedará algo surrealista, pero digno de recordar.