Gaticos, ¡qué hartura! Últimamente no hago más que leer estudios que dicen que, efectivamente, los gatos entendemos todo lo que decís los humanos, pero que pasamos de vosotros. Que comprendemos cuándo nos estáis hablando y distinguimos nuestro nombre si lo decís, pero que, muy sabiamente, optamos por ignoraros. Sí, así es, no hace falta que lo estudiéis más.

Pero quiero aclarar una cosa y es que la culpa de que no os hagamos caso es vuestra. ¡SÍ, VUESTRA! Y de vuestra absurda costumbre de llamarnos por mil nombres distintos.
Coño, si ya habéis decidido llamarnos de una manera, ¡no nos renombréis luego hasta la saciedad!
Me explico. Yo soy Yeska, pero Mi Humana se dirige a mí como leona, pequeñita, chiquitina, yeskita, mitesoro, michica, mi gatita tita, mi tigresa, ronroneadora, ojazos, ojitos, taradita (por mis múltiples dolencias).
Yoshi, que bastante tiene con llamarse como el dinosaurio verde de Mario Bross, es a su vez panterita, gatito tito, tesorito, bestia parda, zarpitas, michico, el pequeño cabroncete, yoshito y un largo sin fin.

Incluso algunos motes los compartimos, como podéis observar. Eso ya sí que es el colmo para un gato, compartir algo tan personal con otro y sin su autorización expresa. ¡¡Cómo os pasáis humanos!!
¿Pero qué ganáis llamándonos de todas estas maneras? Y, lo que es peor, ¡de formas tan ridículas!. ¡Demasiado caso os hacemos para el que os merecéis con esta letanía de nombres absurdos!.
Reconocemos nuestro nombre y todos los demás apodos que nos ponéis, pero somos rebeldes sin causa y hacemos lo que queremos. Que después de tantos años es algo que ya deberíais de haber aprendido de nosotros.

Qué pensaríais vosotros los humanos si en vez de deciros miau os empezáramos a llamar así: humanito tito, mirey, cachorrito, mi dulzura, ¡gigantón!.
Pues pensaríais, primero, que estáis locos porque vuestro compañero gatuno os está hablando. Segundo, que vaya cursilada llamar así a alguien y, tercero, que responder a esos nombres es rebajar vuestra categoría.
Cómo echamos de menos a los egipcios, ellos sí que sabían adorarnos sin tanta tontería ni sobrenombre…
