Lleváis algún tiempo sin saber de mí y se que me echabais de menos. Es lógico, las tricolores enganchamos mucho. Yo también os he echado en falta, la verdad, pero he tenido un final de 2019 y un inicio de 2020 bastante movidito. Porque pensáis que a los gatos lo máximo que nos puede pasar es que nos despertemos con cualquier ruido y, en el momento, lo ignoremos y volvamos a dormir. Pero no, también nos ocurren cosas.
Este mes de diciembre ha enfermado una de las personas que más me mima en el mundo y he sentido miedo de no volver a verla. Los felinos seremos muy nuestros, pero cuando queremos, lo hacemos de verdad. Yo adoro a mi tía. Ella me da de beber en sus manos, me pasa comida rica a escondidas y me mima como nadie.

Por eso, y porque la quiero, he pasado unos meses muy preocupada y sin poder concentrarme en nada más. Hasta Yoshi, que es un despreocupado de la vida, la echa de menos. A esta circunstancia hay que sumarle que ha sido Navidad y Año Nuevo, unas fechas ruidosas que no nos gustan en exceso, porque hay que ver cómo sois los humanos: no sabéis celebrar nada si no es gritando, con la música a tope y comiendo como si no hubiera un mañana.
No obstante, año nuevo sí que tiene su encanto, y más en esta ocasión, cuando ya se que mi querida tía volverá para malcriarme. Esto me ha hecho pensar en lo importante de la vida: que tengamos salud para vivirla como queramos y rodeamos de quienes mas queremos.

Os aconsejo que os centréis en eso: en lo que os hace felices cada día. Cuidar de ello y disfrutadlo como si se fuera a agotar y estuvierais en el último día del universo. Gozad como si fuera latita de comida húmeda para comer, ese trocito de jamón que os deslizan sin que vuestros humanos se den cuenta o los momentos que pasáis viendo llover desde la ventana por el simple placer de relajar vuestra mente. Porque nunca sabemos cuánto tiempo podremos disfrutar de esos momentos únicos por los que las siete vidas merecen la pena.