De Tarragona a Cambrigde, somos dos gatas científicas y viajeras en pleno Erasmus gatuno. Pero lo más importante de todo es que nos estamos resistiendo todo lo que podemos y no maullamos en inglés. Sólo faltaría que nuestros humanos nos hagan cruzar medio mundo y un charco y ahora pretendan que hablemos otro idioma. Nasti de plasti, queridos. 

Somos Lynn y Gaia, dos nombres espectaculares, como nosotras mismas. Nuestros padres humanos, Fernando y Clau, nos bautizaron así porque son un poco frikis, pero aún así los adoramos. 

Gatos, Lynn y Gaia
Gaia y Lynn admirando el paisaje desde su torre rascador.

Gracias a nuestro nombre hemos aprendido que Lynn Margulis fue una afamada bióloga, considerada una de las principales figuras en el campo de la evolución biológica, y un buen día le dio por apoyar y difundir la hipótesis Gaia, que viene a decir que la presencia de vida en la Tierra fomenta unas condiciones adecuadas para que se mantenga la biosfera. 

Como podréis comprender, con estos nombres y estos antecedentes somos listísimas, así que no maullamos en inglés no porque no podamos aprender, sino porque no nos da la gana, que es una actitud muy felina.

Nuestra historia comienza con un abandono en una casa junto a nuestros tres hermanos. La suerte, y la intermediación de unos amigos, hizo que Fernando nos conociera y, aunque al principio solo pensaba en que uno de nosotros lo adoptara, cuando llegó a vernos solo quedábamos nosotras, tan pequeñitas que aún estábamos bebiendo leche en biberón; una tricolor y la otra blanca y negra. 

Gatos
Siempre juntas e inseparables.

Suponemos que era todo un reto para alguien que no había compartido su vida nunca con animales tener dos de golpe, pero no estábamos dispuestas a separarnos, así que cuando nos cogía a una de las dos, la otra lloraba para llamar su atención. Así hasta que logramos convencerlo de que dos siempre es mejor que uno. 

Ese día viajamos en coche hasta nuestra nueva casa en Tarragona, nos quedamos dormidas enseguida con el vaivén del viaje y la música y recordamos que al llegar al piso no nos atrevíamos a salir para nada de nuestra cajita. Quién iba a decirnos que acabaríamos siendo gatas viajeras

Soy Gaia, como la hipótesis. Normal que me adoren con estos ojazos.

Como les ocurre a todos, nuestros humanos enseguida se enamoraron de nosotras, como lo demuestra que unieran su pasión por la ciencia a nuestra nueva vida con ellos llamándonos Lynn y Gaia. Los primeros días, papá se escapaba del trabajo cada tres o cuatro horas para poder alimentarnos y comprobar que sobrevivíamos en ese nuevo entorno. 

Con el paso de los días nos atrevimos a salir de la caja, a explorar la casa, degustábamos exquisitas latitas de comida húmeda, ronroneábamos y perseguíamos a nuestros padres por todos los rincones. Y así sigue siendo ahora, aunque hemos cambiado de país. 

Los humanos tenéis esa extraña costumbre de trabajar y así hemos acabado mudándonos al extranjero. Siempre hemos sido gatas curiosas, pero tampoco era necesario aprender lo que es una mudanza tan pronto. 

Gatos
Lynn rechupeteando el biberón.

No obstante, en nuestra nueva casa tenemos jardín, vemos pájaros, ardillas, bichos, y flipamos con la naturaleza y la fauna british, porque en Tarragona nuestras únicas amigas eran las palomas. Ahora bien, llegar hasta aquí ha sido una verdadera odisea felina. 

Como en avión no íbamos a viajar tranquilas ni cómodas, Fer y Clau decidieron que iríamos en furgoneta con una curiosa pareja que se dedica a reunir a los peludos con sus padres cuando estos han tenido que cambiar de país y quieren llevarlos con ellos. 

Pasaporte de gatos
Nuestros pasaportes, ¿cómo os quedáis?

Y así, con nuestros propios pasaportes y cagadas de miedo por la incertidumbre, ambas cruzamos el Canal de la Mancha en una furgoneta hasta que llegamos a nuestra new home. Aunque allí todo replicaba nuestros juguetes y el entorno de la vivienda de Tarragona, nos vengamos de nuestros humanos los primeros días haciéndoles saber nuestro enfado por el cambio.

Pero claro, no podíamos estar eternamente mosqueadas cuando, en realidad, todo aquello nos encantaba. Ahora tomamos el sol en nuestro jardín en verano y estamos mucho más felices, aunque no lo suficiente como para aprender otro idioma. Eso never

Gatos
Nuestra ventana indiscreta favorita en Cambridge.

Nuestra aventura comenzó juntas cuando decidimos que Fernando no se llevaría un solo gato y aquí seguimos, dos años después, unidas a nuestra familia y deseosas de seguir aprendiendo. Tanto que queremos matricularnos en Oxford, pero en alguna carrera de letras, por eso de llevar la contraria a los padres y mantenernos rebeldes

Share This